Trastorno de ataque de pánico: sensación de muerte inminente y angustia

El trastorno de pánico es un trastorno psiquiátrico en el que reacciones de miedo intenso, deseo de fuga, angustia y temor por la propia seguridad, típicamente experimentadas en situaciones catastróficas o verdaderamente peligrosas, son desencadenadas por hechos y circunstancias absolutamente inofensivos y como tales percibidos por el mayoría de las personas, tomando la forma de un verdadero 'ataque de pánico'

Los ataques de pánico pueden desencadenarse incluso mientras uno está sentado tranquilamente en un sillón leyendo o mirando televisión, o incluso mientras duerme, con manifestaciones tanto psicológicas como físicas.

El trastorno de pánico puede comenzar en cualquier momento de la vida (pero con mayor frecuencia entre los 20 y los 30 años)

Aparece de repente y en las circunstancias más insospechadas, mientras uno está realizando una acción absolutamente banal que nunca antes había causado problemas.

Generalmente, el mínimo común denominador de las situaciones críticas es estar en lugares de los que es difícil escapar (en el habitáculo de un coche conduciendo solo, en un ascensor, en un ferry, en el metro, etc.) o en los que uno no podía ser rescatado en caso de enfermedad (por ejemplo, en una multitud o solo en lugares aislados).

El trastorno de pánico puede manifestarse con ataques de pánico solos o en asociación con agorafobia.

En este último caso, el cuadro clínico general suele ser más grave y de difícil manejo.

El ataque de pánico no es peligroso para la salud ni mientras se produce ni después, pero las sensaciones que se experimentan son tan atrapantes y traumáticas que quienes las experimentan evitan la situación en la que se produjeron para no correr el riesgo de repetir la experiencia.

Si no se trata adecuadamente, a medida que el trastorno evoluciona y se multiplican las situaciones a evitar, la persona que sufre el trastorno de pánico, durante un período de 2-3 años, acaba recluyéndose en sí misma, hasta que ya no es capaz de trabajar, tener un vida social, o realizar las actividades cotidianas más mundanas, como ir solo al supermercado o al cine.

Las causas de la enfermedad aún no están del todo aclaradas.

Ciertamente existe una predisposición genética, ya que los familiares de una persona que sufre un trastorno de ataque de pánico tienen diez veces más probabilidades que la población general de desarrollarlo, pero aún no se han identificado los genes responsables específicos.

Varios estudios han demostrado que los pacientes con trastorno de ataque de pánico son hipersensibles al dióxido de carbono, hasta el punto de que respirar aire enriquecido con CO2 puede desencadenar un ataque similar a los ataques espontáneos.

Otros factores en juego, especialmente en las mujeres, son las fluctuaciones hormonales asociadas al ciclo menstrual (que pueden favorecer la aparición del ataque) y el embarazo (que, por otro lado, es protector).

Síntomas y diagnóstico del trastorno de pánico

Reconocer un ataque de pánico es relativamente sencillo cuando al menos cuatro de los siguientes síntomas se presentan de manera espontánea, injustificada y repentina, además de intenso miedo y malestar

  • taquicardia y/o palpitaciones
  • sensación de asfixia y dificultad para respirar;
  • náuseas, dolor abdominal o inquietud (dolor en el centro del pecho);
  • sudoración/sofocos o, por el contrario, escalofríos/temblores;
  • mareos y pérdida del equilibrio;
  • hormigueo y/o sensibilidad alterada en partes específicas del cuerpo;
  • pérdida del sentido de la realidad o sentimiento de 'desapego de uno mismo'
  • sentimiento de muerte inminente;
  • sensación de estar a punto de volverse loco

Cabe señalar que un solo ataque de pánico puede ocurrir en el contexto de muchos problemas médicos (por ejemplo, cardiológicos, gastrointestinales, neurológicos, etc.) y psiquiátrico condiciones, incluso aquellas no relacionadas con los trastornos de ansiedad (depresión, trastorno de estrés postraumático, abuso de sustancias, etc.).

Para poder realizar un diagnóstico de trastorno de pánico, los ataques deben ser recurrentes y deben ir seguidos de un período de al menos un mes durante el cual la persona en cuestión tema mucho la recurrencia de la experiencia y/o sus consecuencias (físicas, psicológicas, sociales, etc.), modificando su comportamiento con la intención de evitarlo. Además, las manifestaciones no deben estar relacionadas con la presencia de otra enfermedad física o psiquiátrica o con la toma o suspensión de drogas o sustancias.

La frecuencia y la distribución temporal de los ataques de pánico son muy variables

Algunas personas, por ejemplo, pueden experimentar con bastante regularidad un ataque por semana, mientras que otras pueden tener numerosos ataques concentrados en 2 o 3 semanas seguidos de períodos sin síntomas.

Las características de los ataques también pueden variar, tanto entre distintas personas como dentro de un mismo sujeto. En particular, puede haber ataques 'completos', caracterizados por miedo y ansiedad intensos y al menos cuatro síntomas físicos, o ataques 'parciales', caracterizados por menos síntomas físicos.

Clasificación de la agorafobia

Si el miedo intenso, la angustia de muerte inminente y, posiblemente, los síntomas físicos de pánico surgen selectivamente cuando uno está fuera de su hogar o de los entornos de vida más tranquilizadores, se habla de agorafobia.

Los contextos típicamente críticos para la persona que sufre agorafobia son el transporte público y los lugares concurridos (interiores o exteriores), así como todas las situaciones en las que puede ser difícil pedir ayuda o ser rescatado en caso de enfermedad (aparcamientos subterráneos , túneles, eventos, conciertos, espacios naturales no humanizados, autopistas, etc.).

Como en el caso del trastorno de pánico, las reacciones psicoemocionales y físicas de terror típicas de la agorafobia no se corresponden con la gravedad de la situación en la que uno se encuentra (por lo general, completamente o casi inofensivo) y, después de la primera experiencia, llevar a uno a evitar los lugares y contextos en los que fueron experimentados.

Si no se contrarresta oportunamente con terapias adecuadas, esta tendencia tiene resultados altamente invalidantes ya que las situaciones en las que uno puede sentirse incómodo se multiplican y su evitación acumulada termina impidiendo que la persona afectada realice actividades comunes y necesarias como conducir, ir de compras, ir a la escuela o el trabajo, subirse a un tren o avión, hacer cola en el banco, ir al cine o al teatro, etc.

Síntomas y diagnóstico de la agorafobia

Para hacer el diagnóstico de agorafobia, es suficiente que la ansiedad y la preocupación por la propia seguridad no motivadas se presenten en al menos dos contextos entre:

  • medio de transporte publico o privado
  • espacios abiertos (aparcamientos, mercados, puentes, etc.);
  • lugares concurridos (eventos, centros comerciales, etc.);
  • lugares cerrados (cines, teatros, etc.);
  • largas colas (de personas o vehículos);
  • situaciones en las que uno está solo fuera de casa.

Si, además de la tensión psicológica, situaciones de este tipo desencadenan un ataque de pánico en toda regla, se hace un doble diagnóstico, a saber, 'Agorafobia y Trastorno de pánico'.

Tratamiento del trastorno de pánico y agorafobia

La estrategia a seguir para contrarrestar el trastorno de pánico depende de la gravedad del cuadro clínico y del momento en que el paciente acude al médico. El trastorno de pánico es, de hecho, un trastorno de curso periódico, caracterizado por períodos de brotes, con ataques frecuentes, y fases de bienestar, libres de síntomas.

En el primer caso suele ser necesario un tratamiento combinado, a base de medicación y psicoterapia.

El manejo de la agorafobia es similar, pero en este caso es especialmente importante intervenir de forma precoz porque el trastorno se agrava con el paso del tiempo y la multiplicación de situaciones a evitar, haciéndose más difíciles de tratar.

Enfoque psicoterapéutico

Para optimizar los efectos de la terapia farmacológica y ofrecer a la persona que padece trastorno de pánico y/o agorafobia un medio eficaz de autogestión de los sentimientos experimentados en las diversas circunstancias de la vida diaria, es útil combinar la medicación con la terapia conductual. dirigidas al 'desacondicionamiento del estímulo fóbico', es decir, a aflojar el vínculo entre las situaciones críticas y la reacción ansiosa del paciente.

Este enfoque es especialmente beneficioso en la fase de consolidación del tratamiento para reducir la tendencia del paciente a evitar lugares y situaciones percibidos como 'temerosos'.

El enfoque conductual requiere que la persona con trastorno de pánico, en lugar de evitarlos, se exponga paulatinamente a los eventos que percibe como estresantes, los analice con la ayuda del especialista y los procese de manera positiva para poner en valor la experiencia. en un contexto de normalidad y afrontarlo mejor en ocasiones posteriores.

Intervenciones de apoyo

  • Seguir ritmos de vida regulares.
  • Dormir un número suficiente de horas cada noche.
  • Coma una dieta saludable.
  • Haz ejercicio moderado todos los días.
  • Tome todas las terapias prescritas por su médico regularmente, en las dosis indicadas.
  • Evite beber alcohol y bebidas con cafeína.
  • No fume ni intente reducir el número de cigarrillos.
  • Asiste a grupos de autoayuda y comparte tu experiencia con otras personas con un problema similar.

Referencias:

DSM-5. Manuale diagnostico e statistico dei disturbi mentali. Raffaello Cortina Editore, Milán 2014

Clínica Mayo: www.mayoclinic.com/health/panic-attacks/DS00338

Manuel Merck: www.msd-italia.it/altre/manuale/sez15/1871626.html

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Fuente:

Armonía Mentis

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