Déficit de vitamina D, qué consecuencias provoca

Se llama vitamina D, pero no podemos considerarla una vitamina en sentido estricto. El término vitamina, en efecto, identifica sustancias orgánicas indispensables para la vida y que necesariamente deben ser ingeridas a través de la dieta ya que el organismo no es capaz de sintetizarlas.

La vitamina D, por su parte, se sintetiza principalmente a través de la exposición a los rayos solares, y en condiciones normales no es necesario ingerirla a través de los alimentos para alcanzar una concentración adecuada.

La vitamina D es más correctamente una prehormona, que tiene la tarea principal de regular el metabolismo del calcio y el fósforo.

La ingesta dietética proporciona solo el 10-15% del requerimiento de vitamina D, mientras que la mayor parte es sintetizada por el cuerpo a través de la síntesis de la piel.

La vitamina D se encuentra en dos formas: la vitamina D2, o ergocalciferol, de origen vegetal, y la vitamina D3, o colecalciferol, que se deriva del colesterol y la produce directamente el organismo.

Al ser una prehormona, la vitamina D debe activarse mediante dos hidroxilaciones, es decir, mediante dos reacciones enzimáticas: la primera se produce en el hígado, la segunda en el riñón.

Para qué sirve la vitamina D

La vitamina D es un componente clave en la regulación del metabolismo del calcio y el fósforo: favorece su absorción en el intestino y reduce su excreción en la orina.

También actúa directamente sobre el esqueleto, favoreciendo su crecimiento fisiológico y ayudando a su remodelación continua, fundamental para asegurar las propiedades estructurales, la elasticidad y la resistencia del hueso.

Es importante que exista una concentración adecuada de calcio en la sangre, ya que una deficiencia crónica puede provocar un defecto en la mineralización ósea que provoque el desarrollo de raquitismo en niños y osteomalacia en adultos.

El raquitismo es una afección particularmente grave, ya que afecta a los huesos en desarrollo que aún no han alcanzado su masa máxima e implica un crecimiento reducido asociado con un patrón de deformidades esqueléticas específicas, particularmente en las extremidades.

La osteomalacia, por el contrario, afecta a un hueso ya maduro y, por tanto, implica principalmente el debilitamiento del esqueleto, que se vuelve más frágil y susceptible de fracturas.

Aunque estas condiciones siguen siendo comunes en muchos países en desarrollo, afortunadamente son cada vez más raras en los países industrializados, presentándose en su mayoría de forma leve y solo excepcionalmente con deformidades óseas.

En los últimos años, además, varios estudios han demostrado que la vitamina D, además de desempeñar un papel clave en el mantenimiento de la salud esquelética, está implicada en un gran número de funciones fisiológicas extraesqueléticas.

El descubrimiento de la presencia de receptores de vitamina D en muchas de las células y tejidos del cuerpo ha llevado a la hipótesis de posibles funciones pleiotrópicas, es decir, en los sistemas nervioso central, cardiovascular e inmunológico, así como en la diferenciación y el crecimiento celular.

Algunas líneas de investigación habían sugerido una posible asociación entre la homeostasis de la vitamina D y enfermedades infecciosas, metabólicas, tumorales, cardiovasculares e inmunológicas.

Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de estudios producidos, es importante enfatizar que aún no hay datos concluyentes sobre el papel protector de la vitamina D y, por lo tanto, no hay una base sólida e incontrovertible para recomendar su uso en estas áreas.

Deficiencia de vitamina D: ¿qué hacer?

Desafortunadamente, en el caso de una deficiencia, no hay sintomatología manifiesta; por lo tanto, el diagnóstico se realiza principalmente mediante análisis de sangre.

Normalmente, los valores adecuados de vitamina D están entre 30 y 100 ng/ml: por lo tanto, un valor entre 20 y 30 se considera insuficiente, deficiencia un valor por debajo de 20 y deficiencia severa para valores por debajo de 10.

Por el contrario, si se supera el umbral de 100 ng/ml, se produce un exceso de vitamina D, que también puede provocar una intoxicación.

Sin embargo, esta es una condición muy rara, que de ninguna manera puede ocurrir como resultado de la exposición constante a la luz solar, mientras que puede ser causada por el uso incorrecto de suplementos.

Por esta razón, cualquier persona con deficiencia de vitamina D debe seguir las instrucciones de un médico especialista o general y evitar tomar suplementos por su cuenta.

Como regla general, es preferible que el paciente tome suplementos diarios, semanales o mensuales de vitamina D, que, en condiciones normales, se toman por vía oral.

La forma preferida es la forma inactiva, es decir, el colecalciferol, la misma forma que es sintetizada por el cuerpo a través de la exposición al sol.

Solo en condiciones especiales, como malabsorción, se prefiere la administración intramuscular.

Es importante tener en cuenta que debemos esperar al menos 3-4 meses antes de que los resultados de la suplementación con vitamina D se confirmen mediante análisis de sangre.

Cómo tomar vitamina D

En nuestras latitudes, para mantener un nivel adecuado de vitamina D, la exposición al sol de alrededor del 25% de la superficie corporal, durante al menos 15 minutos, 2-3 veces por semana, es suficiente de marzo a noviembre.

En los meses restantes, en cambio, la intensidad de la luz solar es insuficiente para convertir el precursor en vitamina D, por lo que la exposición solar puede no ser suficiente.

Durante este período, ciertos grupos deben verificar sus niveles de vitamina D y considerar tomar suplementos con su médico.

Además, aunque su ingesta no es determinante, también se puede recurrir a fuentes dietéticas ricas en vitamina D, entre las que se encuentran los pescados grasos como el salmón, el atún o la caballa, la yema de huevo, el salvado y el aceite de hígado de bacalao.

Deficiencia de vitamina D: ¿quién está en mayor riesgo?

Los colectivos con mayor riesgo de carencia son los ancianos (en los que la capacidad de síntesis de la piel está reducida), los institucionalizados o con una exposición solar inadecuada, las personas de piel oscura (que, por tanto, tienen más pigmento cutáneo, lo que reduce la absorción de rayos ultravioleta), mujeres embarazadas o lactantes, personas que padecen obesidad y aquellas que tienen patologías dermatológicas extensas, como

  • vitiligo
  • psoriasis
  • dermatitis atópica
  • quemaduras

También están en riesgo los pacientes con enfermedades intestinales que provocan malabsorción, los que padecen osteoporosis u osteopenia, los que tienen enfermedades renales y hepáticas, y los que toman medicamentos que interfieren con el metabolismo de la vitamina D, como corticosteroides crónicos o terapias anticorticosteroides.

Estas categorías de pacientes deben controlar periódicamente sus niveles de vitamina D y, en caso de deficiencia, acordar un curso de suplementación.

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Humanitas

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