Síndrome del intestino irritable: los síntomas con los que puede manifestarse

El síndrome del intestino irritable es un trastorno funcional del sistema gastrointestinal en ausencia de cualquier otra patología específica que cause los síntomas, los síntomas pueden ser diferentes, así como las causas.

Síntomas del síndrome del intestino irritable.

Los síntomas del síndrome del intestino irritable relatados por los pacientes son múltiples: irregularidad intestinal que tiende al estreñimiento o diarrea, pero también un componente mixto o una alternancia entre los dos; hinchazón abdominal frecuente; dolor abdominal que no siempre está bien localizado; urgencia en la evacuación.

Estos síntomas tienen un impacto significativo en la calidad de vida y la empeoran.

El síndrome del intestino irritable es la segunda causa más común de ausencia al trabajo después de la gripe estacional.

También puede haber síntomas extra-intestinales, como migraña, trastornos urinarios, irritabilidad, ansiedad y depresión, fatiga crónica y pérdida de concentración.

Causas del síndrome del intestino irritable.

Hay muchas causas del síndrome del intestino irritable.

En primer lugar, hay que destacar que se trata de una enfermedad funcional: por tanto, es el funcionamiento del intestino el que resulta anormal, y en los pacientes que lo padecen no se encuentran lesiones ni alteraciones en el órgano.

Las causas incluyen alteración de la motilidad intestinal, alteración de la microbiota, inflamación, infecciones, aumento de la sensibilidad del intestino, posibles intolerancias alimentarias, así como ansiedad, estrés y depresión.

El síndrome del intestino irritable no es una enfermedad genética, hay antecedentes familiares pero no es predominante.

Es posible encontrar esta enfermedad en varias personas de la misma familia debido a la similitud de la flora intestinal entre estos individuos debido a factores ambientales.

Síndrome del intestino irritable: diagnóstico

Ante la presencia de síntomas es importante la exploración gastroenterológica: el especialista tendrá en cuenta la historia del paciente, los hallazgos de la exploración física y considerará la prescripción de análisis de sangre y heces, útiles para descartar infección e inflamación.

Los síntomas del síndrome del intestino irritable también pueden estar relacionados con otras enfermedades, por lo que es importante excluir condiciones como: malabsorción, infecciones, enfermedades crónicas (enfermedad de Crohn, rectocolitis ulcerosa), cambios metabólicos (como diabetes), psiquiátrico (depresión) e intolerancias alimentarias.

Atención a la dieta

La nutrición juega un papel importante en el bienestar del paciente.

Por tanto, es importante valorar con los especialistas (gastroenterólogo, nutricionista o dietista), también mediante la elaboración de un diario de alimentación, la dieta más adecuada a tu patología, para saber qué alimentos contribuyen a la persistencia de los síntomas y qué alimentos ayudan.

Poco a poco, el paciente también aprenderá a conocer su propio umbral de tolerancia a los alimentos individuales, para poder regularse a sí mismo de forma independiente.

Se suele recomendar la dieta FodMap (oligosacáridos fermentables, disacáridos, monosacáridos y polioles), que excluye los alimentos que contienen azúcares poco absorbibles con un fuerte poder fermentativo que el intestino tiene dificultades para digerir y que, por tanto, pueden favorecer la aparición de síntomas.

En pacientes con síndrome de intestino irritable puede ser aconsejable limitar el consumo de alimentos como espárragos, alcachofas, setas, cebollas y ajos; manzanas, cerezas, peras, sandías, melocotones y frutos secos; pistachos, legumbres, leche de vaca y yogur, miel y productos de trigo como pasta y pan.

Luz verde en cambio a alimentos como zanahorias, patatas, tomates, calabacines y berenjenas; melón, kiwi, fresas, naranjas y mandarinas; productos lácteos brie, feta y sin lactosa; huevos y tofu; carne blanca; quinua, arroz, maíz y chocolate amargo.

En general, para la salud del intestino es bueno asegurar una hidratación suficiente, beber unos dos litros de agua al día y practicar actividad física de forma regular.

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Fuente:

Humanitas

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