Sobre la dependencia: la adicción a sustancias, un trastorno social en auge
El trastorno de dependencia de sustancias es un trastorno en rápida expansión que se está señalando a sí mismo por su variedad a lo largo de los años.
El estudio de él comenzó en el siglo pasado, identificándose con sustancias estupefacientes específicas, pero durante una década ha ampliado mucho sus horizontes, introduciendo también nuevos e interesantes conceptos.
De hecho, la dependencia de sustancias tiende cada vez más a presentarse en forma de “poliabuso”, con dependencia a múltiples sustancias (Wish et al., 2006; Khong et al., 2004; Schifano et al., 1998) o ser asociado a formas conductuales de adicción como el juego, el juego online patológico, la adicción a la comida, etc… (Fanella, 2010).
Con el término “drogadicción” la OMS (Organización Mundial de la Salud) define una “enfermedad crónica y recidivante que empuja al individuo, de manera forzada, a tomar sustancias en dosis crecientes o constantes para tener efectos benéficos subjetivos temporales, cuya persistencia está indisolublemente ligada a la ingesta continua de la sustancia”.
En el reciente DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, una de las principales clasificaciones diagnósticas en psiquiatría), la categoría “trastornos adictivos y relacionados con el uso de sustancias” ha experimentado cambios sustanciales en comparación con las ediciones anteriores del DSM: las categorías de "abuso" y "dependencia de sustancias" se combinaron en un solo trastorno, medido en un continuo de leve a grave, cuyos criterios de diagnóstico (casi idénticos a los criterios anteriores), se fusionaron en una sola lista de 11 síntomas.
En la misma categoría aparece el ludopatía (en inglés “gambling”), señalado como ejemplo de una nueva categoría de adicciones: las “conductuales”.
Este cambio refleja una nueva visión de que algunas conductas, como el juego patológico, activan el sistema de recompensa del cerebro con efectos similares a los de las drogas, por lo que muchos autores empiezan a considerar las “adicciones a sustancias” y las “adicciones conductuales” como manifestaciones clínicas con diferentes similitudes entre ellos y tratables de acuerdo con enfoques similares.
El DSM 5 establece las siguientes condiciones para el diagnóstico de un Trastorno por Consumo de Sustancias (TUS):
- Tolerancia: fenómeno por el cual es necesario intensificar la conducta de uso (por ejemplo aumentando la cantidad de droga a usar o la frecuencia de uso) para lograr los mismos efectos en el organismo.
- Retraimiento: se caracteriza por la presencia de síntomas emocionales o físicos que se producen cuando el sujeto no puede ejecutar la conducta de asunción.
- Interrupción o reducción de actividades sociales, laborales o recreativas: el uso de drogas y la aparición del trastorno provocan una serie de perjuicios en el funcionamiento de quien las consume (conflictos con personas emocionalmente importantes, problemas laborales, influencias en la autoestima, etc…) que aumentan de intensidad dañando progresivamente al paciente.
- Intentos fallidos de reducción y control del consumo: es habitual que el paciente, antes de acudir formalmente a la ayuda de un psicólogo o de los servicios, haya intentado por sí mismo reducir el consumo o “controlarlo”. Generalmente se observa una fase en la que el paciente está firmemente convencido de que puede limitar por sí mismo su propia conducta creando un modo de uso conciliable (pero sólo idealmente) con el resto de su vida, sus compromisos y sus deberes.
- Pérdida de tiempo: cuando la perturbación comienza, o está comenzando a comenzar, un criterio a mirar es el del tiempo que el paciente dedica a la investigación, uso o recuperación de los efectos de la sustancia. Cuanto más manifiesta es la adicción, mayor es el tiempo dedicado a la sustancia durante el día, hasta convertirse en la única actividad presente, en los casos más graves.
- Pérdida de control sobre el consumo: la conducta patológica de consumo de sustancias tiende a producirse a pesar de las consecuencias negativas que evidentemente ha acarreado a lo largo del tiempo ya pesar de que la persona sea consciente de ellas (la conducta de consumo se vuelve “compulsiva”).
- Consumo continuado a pesar de la conciencia de que las drogas representan un problema: muchos pacientes no cesan ni ante graves riesgos para la salud o ante claras crisis familiares.
- Uso recurrente con incapacidad para cumplir con sus deberes: Muchos pacientes pierden su recibas nuevas vacantes en tu correo debido al consumo de drogas, interrumpen sus estudios o se vuelven incapaces de cumplir con sus deberes familiares o de crianza.
- Uso en situaciones de riesgo: con el tiempo la capacidad de estimar el riesgo asociado a las suposiciones se reduce progresivamente, convirtiéndose en suposiciones compulsivas a las que puede llegar a sentirse “obligado” a utilizar a pesar de tener que conducir o realizar tareas de precisión que no se pueden conciliar “racionalmente” con el estado de alteración dado por las sustancias.
- Consumo recurrente a pesar de que genera problemas sociales o interpersonales: como se ha dicho anteriormente, el consumo de drogas cobra protagonismo, incluso en detrimento de las relaciones afectivas.
Craving: un deseo urgente de sustancias
La psicología cognitivo-conductual ha realizado contribuciones significativas a la terapia de adicciones a sustancias, tanto en términos de comprensión teórica del problema como en términos de tratamiento (Hayes et al. 2004).
El abordaje propuesto por Carroll pretende promover la abstinencia ayudando al paciente a aprender algunas estrategias prácticas para el afrontamiento de eventos estresantes como alternativas al uso de sustancias (Carroll, 1998; 1999; 2000; Carroll y Onken, 2005).
Este macro-objetivo se logra a través de elementos clave que son:
- Análisis funcional del uso de drogas: es decir, la comprensión de cómo ocurre el comportamiento de uso en relación con eventos antecedentes específicos y sus consecuencias típicas;
- Reconocer las situaciones en las que la persona es más vulnerable a la contratación (y aprender estrategias efectivas para implementar);
- Aprender estrategias prácticas para manejar el deseo;
- Psicoeducación sobre decisiones “aparentemente irrelevantes” (DAI) relacionadas con el uso de sustancias (todas aquellas elecciones aparentemente inofensivas y que en cambio constituyen potenciales factores de riesgo para una recaída);
- Implementación de capacitación en prevención de recaídas (para prepararse para el manejo de emergencias)
En estas circunstancias, es evidente que es absolutamente necesario un abordaje multidisciplinar del fenómeno de la toxicomanía, y que la mera distribución de sustancias calmantes debe considerarse ineficaz.
También es evidente que la creciente complejidad del fenómeno es un factor que el socorrista debe tener en cuenta, tanto en la relación con un paciente como en su tratamiento.
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